El agua dulce es un recurso cada vez más escaso y más afectado por la actividad humana. Es un escenario de competencia social, económica y, por lo tanto, política. El área Mediterránea se ha ido transformando en un espacio donde la demanda de agua para diversos fines, principalmente la agricultura, ha ocasionado una situación donde la oferta no llega a cubrir la demanda. El cambio global y sus consecuencias sobre las fluctuaciones de los regímenes hídricos de los territorios añaden un elemento adicional de inestabilidad a la geopolítica mundial, y especialmente en la cuenca Mediterránea, que es un espacio es de los más vulnerables al cambio climático, lo que origina menos recursos hídricos explotables. En el S y E del Mediterráneo, con la excepción de Turquía, la provisión de alimentos depende de la importación o la ayuda alimenticia.
En la provincia de Almería el problema de la escasez de agua no es estacional, sino constante (estructural). Esto conlleva que no es sostenible, bajo ninguna premisa o razón, hacer planes inmobiliarios o de otro tipo sin contar con el acceso al agua. Vera y su comarca es un espacio privilegiado, soleado, con clima templado, playas amplias y largas, humedales salinos, gran patrimonio natural y cultural, pero con un modelo de desarrollo cortoplacista que no ha considerado los factores limitantes que hay abordar para garantizar la sostenibilidad a largo plazo, especialmente la gestión sostenible del agua y los efectos del cambio climático sobre la región. Así, se echa a faltar el ajuste a normas en el uso del territorio: edificación en zonas inundables y poca conservación de humedales, y la falta de iniciativas de remediación de riesgos en un momento de multiplicación de fenómenos climáticos extremos. Por otro lado, se ha visto con frecuencia la falta de infraestructuras adecuadas de gestión del agua: suministro y tratamiento de aguas residuales, contaminaciones frecuentes de playas.
¿Hay futuro para Vera? Si, por supuesto. Pero debe basarse en una buena identificación de activos reales y potenciales y su sostenibilidad buscando un modelo de desarrollo complementario al turismo y servicios asociados. Para lo cual debería plantearse una gestión adecuada del territorio y respeto a los límites de su uso. Mejor aprovechamiento y explotación del capital humano (educación), natural y cultural. Crear un acceso a comunicaciones (Internet) de gran capacidad. Plantear una agricultura moderna y adaptada a los recursos hídricos accesibles. Aprovechamiento de la energía solar. Ofrecer servicios de calidad a nichos de población beneficiaria del clima y oferta inmobiliaria (jubilados, empresas deslocalizables). Movilizar al tejido emprendedor y ciudadano sobre la importancia del Corredor Mediterráneo para la comarca.
Rafael Rodríguez Clemente
Prof. de Investigación emérito del CSIC